Hace años me senté en la cocina de El Bulli para tomarme un café y admirar su auténtico laboratorio de cocina, para muchos, único y uno de los mejores del mundo. No llegué al comedor, ya que acompañaba a una familia de japoneses, propietarios de una lujosa línea de cruceros, y no creí correcto compartir la comida con ellos. Lástima, perdí una oportunidad única de deleitarme con sus sabores, y además gratis. Comí en un chiringuito de la playa y esperé unas horas a que la familia acabara su ágape. Eso del pudor a veces nos juega malas pasadas…
Mi vida dio algunas vueltas y me ví al cabo de pocos años en otro establecimiento del famoso chef Ferran Adrià, esta vez en Santiago de Chile. Yo entonces trabajaba para una línea de cruceros. Ya tenía dos coincidencias. El Fast good es un establecimiento de comida rápida, "pero buena", con patatas fritas en auténtico aceite de oliva, zumos de frutas ó “jugos” como se llaman allí, en una de las zonas de negocios más chic de la capital santiaguina. Algunos días cruzaba la avenida que me separaba de mi oficina, entraba en el impersonal local verde manzana, y saboreaba el toque exportado de Adrià.
Los barcos de los japoneses me guiaron hacia Chile, y mientras ellos seguían cruzando todos los mares del mundo, yo me sentaba a 10.000 kms de casa a saborear hamburguesas, y a pensar en mi regreso a Barcelona. Se pueden dar muchas vueltas, y al final, siempre encuentras lazos que relacionan tu vida anterior con la presente, y con la que vendrá. Sólo podría añadir que para mí, esta relación de ideas-hechos-lugares me ayuda a seguir uno de los hilos de mi vida, y así de paso proyecto cómo podrá ser mi futuro.
Mi vida dio algunas vueltas y me ví al cabo de pocos años en otro establecimiento del famoso chef Ferran Adrià, esta vez en Santiago de Chile. Yo entonces trabajaba para una línea de cruceros. Ya tenía dos coincidencias. El Fast good es un establecimiento de comida rápida, "pero buena", con patatas fritas en auténtico aceite de oliva, zumos de frutas ó “jugos” como se llaman allí, en una de las zonas de negocios más chic de la capital santiaguina. Algunos días cruzaba la avenida que me separaba de mi oficina, entraba en el impersonal local verde manzana, y saboreaba el toque exportado de Adrià.
Los barcos de los japoneses me guiaron hacia Chile, y mientras ellos seguían cruzando todos los mares del mundo, yo me sentaba a 10.000 kms de casa a saborear hamburguesas, y a pensar en mi regreso a Barcelona. Se pueden dar muchas vueltas, y al final, siempre encuentras lazos que relacionan tu vida anterior con la presente, y con la que vendrá. Sólo podría añadir que para mí, esta relación de ideas-hechos-lugares me ayuda a seguir uno de los hilos de mi vida, y así de paso proyecto cómo podrá ser mi futuro.
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